9 de noviembre de 2009

Apología de Dolores.



Dolores sonrió. 2 Meses hacía ya que sus músculos habían olvidado la contracción que dibujan los labios al sonreír. No era felicidad sin embargo. Mustia, como algo que se desintegra. Algo...
Medio percudido el recuerdo de un amor desnutrido crispó los pelos desnudos de la nuca. El escalofrío que trepa por la columna, paralizando las vértebras hasta la inutilidad.
Camina sola por Malabia, se cura con el aire Palerminiano que le resulta terapéutico.
Frenó, aceptó la amargura como un accesorio más, tragó con dificultad y escrutando los alrededores para asegurarse de evitar testigos incriminadores, esbozó esa primera sonrisa desfalleciente con un poco de dolor. El tipo de dolor por falta de costumbre, por olvido.
Es de esas personas que le hacen a uno mirar hacia el otro lado Dolores, aunque no se comprenda del todo por qué. Su propia disconformidad induce una confianza soberbia que incomoda a quienes no entiende.
De todos modos, ese sábado Dolores entendió. Que el amor no siempre es de a dos, y que de vez en cuando encuentra la forma de quebrar ilusiones. Sonrió como quien comprende, y encuentra eso que se halla solo cuando no se busca. Dejó que el malestar invada cada fibra de su ser, que conviva. Le hizo un lugarcito en su cuerpo a la amargura, al gustito de la urgencia que no responde.
Y Dolores sonrió mientras la lágrima de julio se congelaba junto con su corazón marchito.

1 comentario:

  1. y despues de varios dias, llego un blog para tamara, y varias cosas mas.
    "sonrio como quien comprende, y encuentra eso que se halla solo cuando no se busca"..

    genial.

    (L)

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